miércoles, 28 de julio de 2010

Información Básica: La Iglesia

El poder de la Iglesia en la Edad Media es enormemente basto, y se haya entremezclado íntimamente con el poder de la nobleza; no en vano, la mayor parte de los cargos eclesiásticos están ocupados por segundos hijos de las familias nobles. Su jerarquía se haya organizada en múltiples niveles, pero en igual medida que la nobleza, para sencillez de la partida vamos a simplificarlo en una leve medida.

Los jefes de la Iglesia son los Cardenales. Hay cinco de ellos en Hispania, situados en diferentes ciudades. Cada uno de ellos son los encargados de los asuntos de las diócesis de cada una de las cinco grandes Casas Ducales. Cuando consideran que un asunto es de trascendencia para todo el Reino se reúnen en Toledo en un Concilio menor para debatir los asuntos que llaman la atención. Además, son miembros del Colegio Cardenalicio de Roma, y por tanto tienen derecho a votar por la elección del siguiente Papa, y a mover hilos en la Curia y demás instituciones del Vaticano. Generalmente, los Cardenales son miembros de las Grandes Casas, pero no se suelen encontrar en sus propios territorios. Cada uno de los Cardenales tiene a su disposición un ejército de seguidores, sirvientes, funcionarios y encargados de diferentes tareas, que los convierten en instituciones en sí mismos. Los Cardenales son:
-Leovigildo de Jovellanos: Cardenal de Sevilla, y probablemente el más capaz de todos ellos.
-Jordi de Cruilles: Cardenal de Toledo, Confesor Real y principal de los Cardenales.
-Ildefonso de Alarcón: Cardenal de Barcelona.
-Guzmán de Alba: Cardenal de Burgos, jefe de la Inquisición.
-Rodrigo de Medinaceli: Cardenal de Santiago y por tanto encargado de la más importante de las catedrales.

Por debajo de ellos se encuentran los Obispos, que rigen los destinos de zonas menores, y se encuentran bajo el control de un Cardenal. Cada uno de los Obispos maneja los territorios de un Condado, y normalmente se encuentran en las capitales de los mismos. Normalmente, los Obispos son o bien miembros de las Casas de Marquesado, o más raramente, miembros de las Casas Condales (estos suelen actuar como los ministros y agentes más importantes de Cardenales).

Finalmente, por debajo de los Obispos hay ejércitos de párrocos, curas, monjes, monjas, etc. que se encargan de manejar territorios muy menores, que pueden ir desde un pequeño monasterio, o una iglesia de pueblo o ciudad. Son el vínculo de la Iglesia con el pueblo llano y, generalmente, son los mejor vistos por la pequeña gente. Sin embargo, incluso su restringido poder son más que considerable, pues el pueblo escucha sus opiniones, y sus sermones son más que capaces de alzar una revuelta o fomentar el contento entre los vasallos.

Sin embargo, no hemos de olvidar que existe un poder al margen de la estructura que siempre captura la memoria: el Tribunal del Santo Oficio. La Inquisición está compuesta por un lado por pequeños inquisidores itinerantes, que buscan a los herejes en las tierras por las que pasan, siguiendo rumores y habladurías, interrogatorios y pistas. Son los encargados de mantener la ortodoxia de la fé entre la pequeña gente, que los teme y respeta en igual medida. A menudo, basta la mención de un inquisidor para provocar el temor en la masa.

El Tribunal, sin embargo, no está permanentemente reunido, ni existe un único tribunal. Se organiza cuando el caso de herejía no se da para la pequeña gente, sino para alguien de peso e importancia, como un noble, un héroe, o algo por el estilo. En ese momento se reúnen los Cardenales u Obispos de la zona, y escuchan las pruebas y los testimonios hasta emitir un veredicto. Estos veredictos generalmente son muy sopesados, y los propios juicios son normalmente más procesos de cambio de poder político que realmente juicios sobre la ortodoxia de la fé, pues sus consecuencias son siempre muy graves y de efectos profundos.

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