domingo, 1 de enero de 2012

Personaje: Leovigildo de Jovellanos

Nacido bajo unas lluvias torrenciales del 21 de Diciembre de 1229, Leovigildo fue desde temprano un chico menudo y callado. Desde pequeño su destino estaba claro que se encontraría entre las paredes de un monasterio, y siempre mostró una clara predisposición a ello.

A los cinco años fue enviado al Monasterio de San Genaro, de la Orden del Císter, en la cordillera cercana a la ciudad de Orense. Y allí demostró pronto que la fé que corre fuerte entre los Jovellanos, corría con firmeza por sus venas. El primero en levantarse a trabajar el campo, el último en acostarse, el mejor iluminador del scriptorium y el niño que más rápido aprendía las lecciones sobre las Escrituras. Desde pequeño fue un prodigio, y uno destinado a lo más alto.

Cuando cumplió catorce años fue enviado como ayudante del Cardenal encargado en aquel momento de la Catedral de Santiago. Un puesto de mucho prestigio, poder y que jamás había sido ocupado por un muchacho tan joven. Aunque al principio no era tomado en serio por los demás, que lo sorteaban buscando interlocutores de mayor edad, su trabajo continuo y sin cesar, sus conocimientos y su buena disposición lentamente le fueron ganando el respeto de los demás, y su derecho a ocupar su posición.

Con su vigésimo tercer cumpleaños fue enviado como ayudante de su tío en la Catedral de Sevilla, donde la fé y la sangre corrían de la mano. Con su tío trabajó codo con codo, manteniendo la fé de los caballeros en la Reconquista y su voluntad enfocada de una manera productiva. En más de una ocasión, fueron sus palabras sabias y sosegadas las que evitaron innecesarios derramamientos de sangre.

Cuando cumplió trenta y cuatro años, heredó la posición de Cardenal de su tío cuando este murió de gripe. Ocuparse de la Catedral de Sevilla desde entonces fue como la prolongación natural de lo que había sido su vida desde entonces, y tomar su lugar en el Consejo Cardenalicio tanto en Toledo como en Roma le fue de una facilidad pasmosa. Parecía haber nacido para moverse entre las intrigas, las luchas y la fé que inundaba aquellos corredores.

Así ha sido su vida desde entonces, aunque estuvo a punto de terminar abruptamente en 1978. Ese invierno, particularmente duro y frío incluso en el sur, le vio contraer fiebres de una dureza inaudita, y que casi se cobran su vida. Cuando finalmente remitieron, había perdido la movilidad de las piernas, y aunque el paso de los años le han permitido irla recuperando lentamente, sigue mostrando una cojera muy notable.

Aspecto: con 64 años, Leovigildo tiene una constitución débil y frágil. Sus músculos a penas son capaces de sostenerlo, y a menudo parece que sus ricos ropajes cardenalicios no están llenos por dentro. Su pelo está cortado en la habitual tonsura monacal, aunque completamente canosa por los años y llena de calvas, y sus ojos a veces parecen vagar sin terminar de enfocar, ligeramente pálidos por un comienzo de cataratas. Sin embargo, en realidad, poco se escapa a su aguda percepción y oído, y aquellos que le escuchan hablar notan la firmeza de sus palabras, su convicción y su mente. Siempre camina apoyándose en su bastón de madera, con una cruz labrada en la parte superior, y parece incapaz de alzar la voz por encima de un tono ligeramente bajo debido a la edad.

Status: 7, Cardenal de la ciudad de Sevilla y, por tanto, de las tierras de la familia Alba.

Personalidad: Leovigildo raramente habla. Calla y observa, tomando nota de lo que ocurre a su alrededor como si nada se pudiese escapar. Cuando dice algo, siempre es acertado e incluso revelador, y a menudo sus gestos han sido capaces de transmitir más firmeza y sus mensajes con mayor claridad que los gritos de los generales. Su fé es suave y flexible, como él, pero nunca flaquea.

Virtud: Paciencia.

Vicio: Fragilidad.

Política:
Leovigildo es el depositario de todo el poder eclesiástico de la Casa Jovellanos, y probablemente es el Cardenal más poderoso de todos dentro de la Iglesia. Su control de la Orden del Císter no se basa, sin embargo, en su dominio o en favores debidos, sino en predicar con el ejemplo, aconsejar y escuchar. Y así, lentamente las piezas caen en sus sitio. Le preocupa el enfrentamiento entre las órdenes religiosas por el poder en Hyspania, y a menudo se ve forzado a actuar como mediador. Sin embargo, su atención está dividida a la vez intentando controlar las siempre complicadas tierras Alba, demasiado fragmentadas y divididas internamente.

Familia Relevante:
Ninguna. Es de los pocos miembros de la Iglesia que ni los rumores más hirientes le señalan aventuras de ningún tipo.

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