jueves, 28 de julio de 2011

La Espada de Santiago

Cuentan las leyendas que esta espada fue portada inicialmente por Santiago Matamoros, cuando inició la Reconquista tras la Batalla de Covadonga. En aquellas batallas, fue cubierta cientos de veces por la sangre de los infieles, hasta que finalmente Santiago desapareció del campo de batalla.

Sin embargo, no así su espada, que fue legada a Pelayo I, el primer Rey de la Dinastía Jovellanos. Él la pasó a su hijo, y desde entonces fue uno de los símbolos de la realeza Hyspana.

Su historia-leyenda dice que la primera vez que se partió fue durante la transición de la dinastía Jovellanos a la Alarcón. Aunque nunca llegó a haber batalla para que se produjese el cambio de corona, la leyenda cuenta que la espada se partió durante una noche de tormenta. Así, Pelayo III entregó las dos partes a Eduardo II, que la recibió rota. La leyenda cuenta que este la mandó reforjar y la espada estuvo completa de nuevo. Al menos esa es la leyenda oficial, la historia menos conocida dice que, incapaz de recomponerla, mandó forjar una nueva igual a la anterior. Se acepte la versión que se acepte, la espada acompañó a la dinastía Alarcón, aunque hubo de ser reforjada por lo menos un par de veces más después de las batallas de la Reconquista.

Sin embargo, el final de la leyenda llega con la batalla que dividió el reino en dos y llevó al conflicto entre los Alarcón y los Medinaceli. La versión de las leyendas dice que los Alarcón la llevaron a la batalla y que, viendo a los Cristianos matándose entre si, el propio Santiago hizo que se partiese y ahora estaría guardada en manos de los Medinaceli sin haberse podido recomponer. La Casa Real asegura desde siempre tenerla y que se encuentra recompuesta tras la fractura, pero si es así nunca la dejan ver.

La versión no legendaria dice que Jorge IV nunca la llevó a la batalla, y que hoy por hoy la guarda el Duque de su familia, para demostrar que la familia real no es digna de su posición.

Finalmente, la teoría conspiratoria dice que el propio Jorge IV, sabiendo que iba a ser derrotado, entregó la espada a los Templarios. Según esta versión, entregaría la espada sagrada a manos de los caballeros de Dios, visto que los caballeros mundanos eran incapaces de mantenerla.

Sea cierta la versión que sea cierta, como si la propia espada fue perdida con el paso de los siglos, el caso es que ya no se puede observar en ningún lugar. El icono que el Santo supuestamente entregó al primer Rey de Hyspania es, a menudo, sujeto de debates enardecidos, y demanda por parte de muchos caballeros que juran partir a buscarla. Y si se descubriese que realmente los Medinaceli no la tienen o no está entera, podría suponer un problema de legitimidad para la corona.

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