domingo, 5 de septiembre de 2010

Lugar: Escuela de Generales del Infantazgo

En las llanuras castellanas, en pleno Condado de Palencia, justo al sur de las montañas que marcan el norte irreductible, se encuentra uno de los edificios más aburridos e importantes del Reino. Construido tan pronto la Reconquista tomó esas tierras, era el proyecto del Duque Eduardo de Alarcón para dar a su Casa un mayor peso en un Reino gobernado por la Casa de Jovellanos. Designó a un arquitecto importante para que construyese el mastodonte cuadrado de piedra que es hoy el edificio central de la Escuela, que se completó en el año 862.

Es un edificio adusto y regio, sin grandes engalanamientos pero con ese peso que da la dignidad y la nobleza adquirida con los siglos de historia que tiene. Durante ellos ha sido ampliado en numerosas ocasiones, con dos torres en los lados del pórtico frontal, así como un ala alargada que se despereza desde el lateral este. Unas murallas de reciente construcción cierran el recinto en un amplio círculo, dejando un patio frontal entre ellas y el castillo que es conocido como el Patio de los Tobillos Rotos, en honor a los enormes esfuerzos requeridos de todos los que allí entrenan.

Este es el lugar donde, durante generaciones, han sido entrenados los terceros hijos de los líderes de la Casa de Alarcón, disciplinados y fortalecidos en las necesidades del manejo de los ejércitos. Es el lugar que hizo temibles a los ejércitos de la Casa, y donde muchos nobles pagaban fortunas para que sus hijos también pudiesen acudir, especialmente entre las demás Casas Alarcón. Es el lugar que se ha convertido en una sombra de sí mismo.

Como todo con los Alarcón, la Escuela da la sensación de haber dejado atrás sus mejores momentos. Sus alojamientos, que bien podían atender antes a cincuenta nobles con sus séquitos, más los profesores, los sirvientes y los invitados, ahora apenas están ocupados por la mitad de los que deberían estar. Las telarañas se acumulan en muchos pasillos, entre las estatuas de regios generales y cuadros enmohecidos. El Patio de los Huesos Rotos, otrora siempre lleno de gritos de los hombres que entrenaban, ahora parece demasiado grande para los grupitos que hacen sus ejercicios.

Sigue reteniendo gran parte de su prestigio, y muchos de sus viejos profesores siguen siendo veteranos generales con gran experiencia que entregar... pero parece que eso ya no basta. Ahora sobran las vacantes para entrenar, y muchos de los nobles ya ni consideran enviar a sus hijos a aprender en estas salas.

El nombre, por su parte, es fruto de un tiempo en que el norte era lo único que había Reconquistado. Hoy por hoy, a menudo lleva a confusiones por el hecho de que mucha gente imagina que debería encontrarse en el Condado del Infantazgo, que se encuentra mucho más al sur, pero se olvidan de que este edificio existe desde mucho antes de que aquellas tierras fuesen recristianizadas. A menudo se ha solicitado que cambie su nombre, especialmente desde que los Infantes son Medinaceli y no Alarcón, pero los Duques de la Casa siempre se han negado, incrementando las habituales tensiones entre ambas Casas por motivos similares a este.

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