miércoles, 1 de septiembre de 2010

Leyes: La Ley Sálica

Durante el siglo X, la Casa Jovellanos se enfrentaba a la división que eventualmente le costaría la Corona. Pelayo III "El Alto" vio su familia dividirse entre los partidarios de su hija mayor Helena y los partidarios de su hijo menos Alejandro en el conocido periodo de la Herencia de Dos Hermanos. En el norte, los nobles se habían dispuesto en torno a su hijo, mientras que en el sur lo habían hecho en torno a su hija y su marido Silvio. La guerra ya había estallado mientras Pelayo III yacía en cama, enfermo de muerte.

Así que, mientras los ejércitos se enfrentaban en el campo de batalla, Pelayo III dictó una ley que nunca ha sido anulada: la Ley Sálica. Esta dictamina que sólo los varones pueden heredar los títulos, las hijas de cada Casa se casarán en otra Casa y continuarán con el título de su marido, convirtiéndose en parte de aquella aunque manteniendo su apellido de nacimiento.

La ley no consiguió detener la guerra, incluso pese a que establecía que Alejandro heredase la Corona. Debilitadas, las tierras Jovellanos se partieron en dos, naciendo así el Reino de Portugal porque los partidarios de Helena se negaron a acatar la Ley. Los Alarcón tomaron este momento como su ocasión de hacerse con la Corona, y Eduardo II "El Seguro", de la Casa Alarcón, se convirtió en Rey a lo largo del siguiente año.

Desde entonces, las mujeres han sido usadas como medio para conseguir y confirmar alianzas entre Casas, ya que no amenazan a la sucesión. Sin embargo, la Ley Sálica no prohibe que se conviertan en los poderes tras el trono, o incluso en validas de sus Señores cuando estos no tienen edad para gobernar (como es el caso de la Dama Juana de Suarna). Por tanto, más de una dama se ha convertido en todo un poder por sí misma, incluso sin usar las Cortes del Amor.

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